Mientras que la hembra es de menor tamaño y tiene un color pardo grisáceo más claro en la zona ventral. Los pichones al emplumar presentan un color similar a la hembra pero con el pecho más estriado.
Cuando la hembra encuentra un nido habitado pone allí subrepticiamente sus huevos que son de un notable polimorfismo. Es decir, la evolución de su estrategia le ha ido proveyendo de un singular recurso por el que sus huevos para no ser reconocidos por el hospedante pueden tener variadas formas y colores. Ser ovalados o esféricos, blancos puros o con pintas y manchas marrones, lilas o grises.
De esta manera, el tordo funciona como un verdadero agente de control demográfico sobre las especies que parasita. En primer lugar, la hembra del Morajú pica a alguno de los huevos que puede hallar en el nido usurpado provocando su destrucción. Además, como los huevos intrusos eclosionan antes que los otros, los pichones parásitos tendrán una considerable ventaja al momento de la competencia por el alimento. Los otros tendrán un desarrollo deficiente o incluso no llegarán a nacer a causa del descuido de sus adultos ocupados en alimentar al precoz y hambriento pichón.
Para dormir se refugian todos juntos en algún árbol hasta el amanecer o con frecuencia al llegar el invierno se instalan en la plaza del pueblo donde no tienen problema en asociarse y compartir el espacio nocturno con otras especies.